Acta Herediana vol. 64, N° 1, enero 2021 - junio 2021
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que prácticamente dejaba en el limbo a los
investigadores, porque no quedaban claros
los móviles, los periódicos dejaron correr la
versión, fantasiosa o no, de la presencia de
una sociedad secreta: El Dragón Negro, que
había castigado así a los esposos Tomayashi
y Shimizu por alguna falta cometida. Se
consideraron tres posibilidades:
- Que Mamoru fuese uno de los ejecutores de
la sentencia.
- Que hubiese facilitado el ingreso de los
asesinos.
- Que actuó como un espectador de los
hechos.
No olvidemos que eran los años de la Segunda
Guerra Mundial, de las atrocidades japonesas
en las ciudades ocupadas por su ejército, y que
era frecuente hablar de espías. ¿Recibieron
Tamoto Shimizu y su paisano Hiromo
Tomayashi órdenes de cumplir una misión
y fracasaron, o se negaron a ejecutarla? En el
registro que se hizo en la parte posterior del
corralón, en el sector que daba a la calle Manoa
N° 242, donde antes estuvo una carbonería, se
encontraron revistas “en diversas lenguas”,
fotografías familiares, “una serie de planos
y cartas geográcas”, así como “documentos
escritos en japonés”; también hallaron un
mimeógrafo y una cámara fotográca.
No hubo motivaciones de robo. Eso quedó
descartado, la pérdida de dinero y alhajas se
produjo después, cuando la policía se hizo
cargo de las investigaciones.
En la inspección ocular las autoridades
encontraron, en una caja de erro, dinero en
moneda nacional y en dólares, ascendente en
conjunto a 40 mil soles, más 364 soles que se
hallaron guardados en un armario. Mamoru
alegó que en la caja fuerte de su hermano se
guardaban 200 mil soles, y que a causa de los
registros efectuados habían desaparecido. Esto
dio motivo a que se abriera una instrucción
contra dos investigadores, acusados de
apropiación ilícita.
No se halló ninguna joya. El diario La Crónica
del 16 de noviembre de ese año decía que
cómo era posible, tratándose de familias
acomodadas, que las mujeres “no tengan
siquiera un insignicante arete”. Y, lanzaba
esta pregunta, como para que todos sus
lectores también se la formularan: “¿Dónde
están las alhajas?”.
La familia Shimizu tenía una situación
económica holgada. El interior de las casas
estaba arreglado de manera armoniosa, “con
confortables, vitrinas en las que se advierte
guras de porcelana que representan geishas y
otros muebles lujosos”. Contaban también con
“un hermosísimo jardín estilo japonés, dotado
de diversidad de exóticas plantas propias de
Japón; vegetales trepadores y rastreros que se
confunden con enormes peñascos que han sido
colocados de ex profeso superpuestamente,
dándole así al jardín un declive natural que
termina con un amplio estanque de aguas
cristalinas dividido en varias secciones en cada
una de las cuales viven pececillos de diversidad
de colores”. En dos habitaciones había acuarios
“que contienen peces diminutos que nadan
entre algas y la arena que se ha colocado”. (La
Crónica 5-11-1944, p. 15).
La policía halló “ropa bien cuidada y maletas
nas”, así como huacos “de diferentes tamaños
y formas, pertenecientes a la civilización
Chimú y una pequeña biblioteca”.
¿De dónde tanto dinero? ¿Cómo lo acumuló
la familia Shimizu? Mamoru y Tamoto tenían
un hermano de nombre Naburu Mizuta,
fundador de la negociación “Mizuta y Cía”,
quien durante veinte años se había dedicado