Acta Herediana vol. 63, N° 2, julio 2020 - diciembre 2020
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las etapas de la vida por ser transversales a
todas las demás ODS y poder tener una mente
abierta para hacer frente a los vicios y virtudes
del sistema en general.
Todo lo anterior sirve para indicar que la salud
pública, en una denición amplia, debería ser
entendida como la ciencia y el arte de promover,
prevenir, controlar e impedir enfermedades,
mejorando la calidad y aumentando la
esperanza de vida, fomentando una salud
de las poblaciones de manera equitativa,
de acceso libre y permanente a un sistema
de salud integrado o único y universal, con
participación y scalización comunitaria, con
un medio ambiente saludable, con educación
sanitaria e higiene personal que lleven al
autocuidado en salud.
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Fue difícil encontrar
una denición pero, con esta, pretendo señalar
lo ocurrido en estos cuatro meses de pandemia.
Empezaré indicando que la epidemiología y
la salud pública permiten promover salud y
prevenir enfermedades haciendo predicciones
con los patrones de enfermedades ya
estudiadas, basados en su nivel más bajo en
factores asociados, luego factores de riesgo,
factores esenciales y los determinantes sociales.
Todo ello debe llevar a políticas tanto en salud
como en educación con una visión multimodal,
multisectorial e interdisciplinaria.
Sólo mencionaré algunos ejemplos de mi
experiencia como médico internista, de haber
asistido a estudios epidemiológicos como
infecciones nosocomiales o intrahospitalarias,
que cuestan tanto a los pacientes y hospitales.
Luego, sobre mortalidad materna, cuyos
factores de riesgo clínicos más importantes eran
la hemorragia y las infecciones y su relación
con el aborto, donde ya entran factores sociales,
demográcos y económicos, como la pobreza,
educación, grupo etario, etc. La epidemia del
VIH/SIDA, el cólera, la inuenza H1N1, la
resistencia bacteriana, etc. Sin embargo, he
apreciado que todas estas experiencias no nos
han permitido avanzar en el sistema de salud
y educación correspondientes ante epidemias
mayores.
La historia se repite y tiene relación con nuestra
situación actual de la educación y salud y
la falta de comunicación para el cambio de
comportamientos. La salud y la educación
han servido para lograr ocupar cargos en la
política más que solucionar sus problemas; y,
en esta pandemia se ha puesto al descubierto
todas las falencias de nuestros sistemas de
salud y educativo, por mencionar dos de suma
importancia.
A mediados de los años 1990´s, en la Ocina
General de Epidemiología con el Programa de
Epidemiología de Campo, una regla era leer
los diarios porque allí se encontraban señales
de inicios de brotes epidémicos y se podían
revisar los supuestos de las comunidades sobre
el origen de las mismas. Todo ello permitía
prepararse para los brotes epidémicos y alertar
a las comunidades y al sistema de salud, y
con ello se pudo yugular brotes de malaria
por Plasmodium falciparum, peste y rabia. Sin
embargo, nada de ello, permitió mejorar la
educación sanitaria e higiene ni integrar, por
lo menos, el sistema de salud.
En China, en diciembre 2019 (al parecer hubo
casos antes) apareció el brote del COVID-19,
producido por el SARS-CoV-2, y en el Perú
apareció el primer caso el 6 de marzo del 2020
y se decidió el cierre de las actividades en el
país el 16 marzo.
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Pero, no se tomaron otras
medidas importantes previas como revisar
a los pasajeros que llegaban del extranjero al
país, sobre todo de países comprometidos,
o limitar su entrada, el cierre del aeropuerto,
suspender los viajes a las regiones y adoptar
todas las medidas de autocuidado conocidas
como lavado de manos, el uso de mascarillas
(que recién dos meses después se generalizó),