Acta Herediana vol. 63, N° 1, enero 2020 - junio 2020
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fácilmente. Almacenar energía en un volumen
reducido, de manera estable y con alta
potencia es, por ende, un dilema clave para la
economía y la esperanza de mitigar el cambio
climático global. Veremos, no obstante, que
sigue siendo muy difícil vencer las virtudes de
los compactos y durables combustibles fósiles.
Todos los que usamos dispositivos portátiles
hemos notado el vertiginoso avance en la
capacidad de las baterías. Los dispositivos
electrónicos usan relativamente poca potencia,
por lo que incluso pequeñas mejoras en las
baterías han impulsado grandes cambios en
su desempeño y empleabilidad diaria. Es
afortunado que la utilidad de las computadoras
y teléfonos portátiles haya promovido este
desarrollo, al punto que las baterías de hoy
comienzan a ofrecer alternativas para incluso
echar a andar automóviles.
El principio general de funcionamiento de
cualquier batería tradicional (voltaica o
galvánica) es el mismo: un ánodo y un cátodo,
separados por un electrolito, que sufren
reacciones de óxido-reducción que entregan y
reciben electrones en un circuito. Los electrones
viajan del ánodo al cátodo pasando de un
estado de alta energía a otro de baja energía.
En consecuencia, el voltaje de la batería está
determinado físicamente por la diferencia de
energía potencial que tienen los electrones
cuando están asociados al ánodo (alta) y la
que tienen cuando se asocian al cátodo (baja).
Cuando el material del ánodo termina de
oxidarse, o el cátodo termina de reducirse, la
batería ha entregado ya toda la energía que
tenía almacenada.
Desde mediados del siglo XX hubo interés
en el litio como posible componente de un
nuevo tipo de baterías ya que es el elemento
que más fácilmente dona un electrón.
Con esta motivación, por muchos años se
fueron logrando avances respecto de cómo
manejar este material que, aunque era muy
prometedor, también era muy reactivo y
había que protegerlo del agua y del aire. La
minuciosa y larga investigación con materiales
que intercalaban átomos y iones indujo, luego,
a un radical cambio de ideas. Se observó que
ciertos iones podían viajar en sustancias sólidas
a gran velocidad, y que era además posible
albergar estos iones de manera reversible. Así,
M. Stanley Whittingham logró desarrollar
Figura 1. Principio general de funcionamiento de una batería. El ánodo se oxida y entrega electrones al circuito.
El cátodo se reduce tomando electrones del circuito. Como ejemplo se muestran las reacciones de una batería de
plomo ácido, conocida por utilizarse en los automóviles comunes. En azul, los cambios de estados de oxidación
del plomo de cada electrodo como una semirreacción simplicada.
Ilustración de uso libre © Johan Jarnestad/The Royal Swedish Academy of Sciences.
Electrodo
Electrodo
Electrolito